Con oscilaciones poco significativas, en matemáticas, lectura y ciencias estamos donde estábamos en el informe PISA anterior. Es decir, casi a las puertas de la UCI. En matemáticas, los estudiantes españoles están en el puesto 33, entre los 65 países de la OCDE. Tocada y hundida la LOMCE de Wert antes de echarse a andar, de ese deterioro sólo se puede salir con consensos amplios y estables que respalden una cirugía reformista.
Es una cuestión de competitividad, de ser productivos y de formar ciudadanos, todo a la vez. En Finlandia es posible y en Asia --por ejemplo, Singapur-- cada vez lo hacen mejor. Evalúan resultados con exactitud, dan autonomía a los centros y los gestionan con profesionalidad, incentivan la cualificación del profesorado, saben de tecnología educativa, atienden a la voz de los padres porque el entorno familiar es clave. Conectan con las necesidades de la sociedad. Y así compiten mejor, con excelencia educativa.
La crisis económica pasará, pero seguirá siendo urgente reformar la educación a fondo, porque eso representa crecimiento económico, movilidad social y mejor vida pública. Al final, todavía importan las reglas del cálculo y las normas ortográficas. Un autor desafió al gran crítico Sainte-Beuve, a quien le correspondió elegir las armas: “Escojo la ortografía. Dese por muerto”. Conviene volver a lo básico, a la cultura del esfuerzo, motivar a los profesores, valorar el buen ejemplo y la ortografía, el afán de conocimiento, la emulación y la disciplina, la memorización. Reconocer a quienes lo hacen bien y ayudar a quienes se queden atrás. Para no perder el desafío, escojamos la ortografía.