Las relaciones Washington-Teherán están una etapa de calma pero cuando se temía la bomba atómica iraní, cualquier incidente en el Golfo Pérsico hubiese acabado con las posibilidades de recuperación de la crisis iniciada por la gran burbuja inmobiliaria. El impacto en la economía española hubiese sido desastroso. Un recrudecimiento del conflicto de Oriente Medio todavía pueda disparar el precio del petróleo, a pesar de que lleve un tiempo a la baja.
En estos casos, es una política de Estado reducir como se pueda la dependencia energética. Pero lo que suele ocurrir es que cada intento --sea la energía nuclear, las prospecciones petrolíferas o el fracking-- inquieta a la opinión pública preocupada por lo que se considera el equilibrio medio-ambiental.
Está ocurriendo en Canarias, donde Repsol ha iniciado perforaciones para averiguar si bajo el mar hay reservas petrolíferas sustanciales. Con el primer sondeo ya ha habido oposición política --especialmente por el partido Nueva Canarias-- y los activistas del grupo Greenpeace han intentando coartar la prospección o al menos atraer las cámaras de televisión con este propósito. El argumento es ecológico y a la vez turístico.
Con sus lanchas, la organización ecologista ha intentado obstaculizar las tareas del buque de la Armada encargado de custodiar la zona de exclusión protectora que es obligada en casos así, por elemental seguridad. Al parecer, el intento de Greenpeace produjo ya un incidente, como es el objetivo de sus propósitos mediáticos.
En Canarias, ecologistas y socialistas se han aliado para protestar contra las perforaciones de Repsol. Por parte de los socialistas es curioso el olvido de lo que fue el caso Rainbow warrior, una nave de Greenpeace desplazada al Océano Pacífico para impedir las pruebas nucleares de Francia en un atolón de su tan menguado imperio. Los servicios secretos franceses hundieron aquel buque insignia del ecologismo. Según todos los indicios, fue una operación aprobada por François Mitterrand.
Desde luego, la Armada ni tan siquiera ha hundido alguna lancha de Greenpeace. Se limita a prever toda eventualidad que pueda perjudicar o sabotear las prospecciones que de modo tan legítimo ha iniciado Repsol. Todo eso no es una anécdota. Llevamos décadas hablando de los efectos perniciosos de la dependencia energética –un alto coste empresarial, sin duda- y de la necesidad de una política energética europea. Si hay oro negro de Canarias, no será una anécdota ni una mala noticia.